A 125 años de la creación del Instituto Pedagógico – Parte I
Nació en la época de Balmaceda y murió bajo Pinochet. Para su creación se trajo a un selecto grupo de profesores alemanes. Su plantel docente incluyó al presidente Pedro Aguirre Cerda, el poeta Pablo Neruda, el filósofo Humberto Giannini y el historiador Sergio Villalobos, entre muchas otras personalidades. A un día de cumplirse un nuevo aniversario de su creación, presentamos un artículo sobre su historia.
Por Marco Fajardo y Nicole Cardoch
«El Instituto Pedagógico representa el tercer hito cultural del país, durante el siglo XIX, tras la creación del Instituto Nacional y la Universidad de Chile». Así de categórico fue en su momento el historiador Rolando Mellafe (1929-1995), al señalar la importancia institución de la cual él mismo egresó en 1958, y de la cual mañana se conmemoran 125 años de fundación.
El «Peda» nació en 1889, mediante el decreto 1.113 del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, impulsado entre otros por Valentín Letelier. El político y abogado radical, muy interesado en educación, había sido enviado en 1882 a Alemania por el gobierno de Domingo Santa María junto a Claudio Matte y José Abelardo Núñez, en una misión pedagógica que concluye que el sistema educacional germano es adecuado para Chile y culminaría con la llegada de nueve profesores alemanes.
Era una época en la cual en Chile la educación secundaria estaba en manos de profesionales como abogados, médicos e ingenieros, etc., y ni siquiera existía la enseñanza básica obligatoria, implantada recién en 1920.
Laica y profesional
Letelier argumentaba la necesidad de crear el Instituto en dos razones principales: “porque la función docente estaba antes encomendada de una manera casi exclusiva al cuerpo eclesial de cada nación; y «porque reducida la enseñanza a la tarea mecánica de dar y recibir lecciones de memoria, no se necesitaba preparación alguna para ocupar una cátedra de profesor”.
El abogado contó con la ayuda política del ministro de Instrucción Pública de la época, Federico Puga, quien le dijo al radical: “Sin buen profesorado no podemos tener buena enseñanza”. El sucesor de Puga, Julio Bañados, sería el responsable de firmar el decreto 1.113 que daría origen a la entidad, en medio del impulso económico que brindaba la explotación del salitre.
El Instituto se enfocaría en formar profesores para la enseñanza media, ya que la preparación de los docentes de educación primaria era tarea de las escuelas normales -impulsadas por Domingo Faustino Sarmiento- desde 1842.
Desde su creación el «Peda» debió enfrentar múltiples resistencias, tanto al interior de la universidad -cuya Facultad de Humanidades llevaba medio siglo ajena a la formación de profesionales, dedicada exclusivamente al cultivo de las letras y humanidades, como fuera de la entidad, entre otros en los docentes que ya ejercían en la enseñanza secundaria.
La llegada de los alemanes además consistía en un cambio desde una educación basada en la enseñanza memorística a otra centrada en el razonamiento inductivo, en el contexto de una reforma educacional que apuntaba a restar poder a la Iglesia, en cuyas manos estaba gran parte de la formación.
Valentín Letelier defendió a brazo partido a los germanos y a la nueva entidad de las críticas, que también era atacada por ser identificada con el derrocado gobierno de Balmaceda.
Los alemanes
Se estableció que los alemanes -que venían con un contrato de seis años- se dedicarían exclusivamente al a docencia, y no a la investigación u otras áreas. Muchos de ellos se convertirían en destacadas personalidades.
Sus nombres y especialidades: Federico Johow, botánico, quien fue designado como primer director del Instituto (ciencias naturales, biología, zoología, botánica e higiene), y se quedaría hasta su muerte en 1933; Jorge Enrique Schneider (pedagogía, filosofía, lógica, metodología, moral y filosofía de las ciencias), que fundaría el Liceo de Aplicación, Juan Steffen (historia y geografía), residente hasta 1914, Federico Hanssen (filología, gramática general, lingüística, latín, griego, francés, inglés, alemán, retórica e historia literaria), muerto en Santiago en 1919, Reinaldo Von Lilienthal (aritmética, álgebra, geometría, trigonometría y mecánica), quien sólo estuvo hasta 1890 y fue reemplazado por Augusto Tafelmacher (volvió a Alemania n 1904); Federico Albert, botánico, paleontólogo y ornitólogo, profesor de Ciencias naturales fallecido en Chile en 1928, Rodolfo Lenz (gramática), máxima autoridad en mapudungun en su época; y Alfredo Beutell (química y mineralogía). También había un chileno, el filólogo Enrique Nercasseau y Morán.
Las materias claves era pedagogía y filosofía, historia y geografía, filología, matemática, ciencias físicas y ciencias naturales.
Los cursos durarían tres años, con cursos de un máximo de 25 alumnos, de los cuales cinco estarían becados, con un sueldo mensual. A cambio tendrían que servir en el Instituto durante su estancia y luego durante nueve años en una colegio público. En la primera promoción hubo 98 postulantes y 39 admitidos, todos hombres. En 1893 se eliminó la pensión y el internado para economizar y permitir el ingreso de mujeres.
Para su funcionamiento se arrendó una casa con el número 178 de la calle de las Delicias (actual Alameda) y se adquirió el mobiliario necesario. Su primera sede propia sería en la esquina de Alameda con Duarte (hoy Lord Cochrane), pero en 1892 se le construyó un edificio especial, hoy sede del Liceo de Aplicación (Alameda con Cumming), creado para que los profesores del Instituto “aplicaran” sus conocimientos.
Así, desde 1893 una nueva generación maestros, con el grado de «profesor de Estado», se distribuyeron por el país para diseminar nuevos métodos y nuevas ideas, aunque su ingreso al sistema fue más lento de lo esperado, en parte por la resistencia de las autoridades educativas de los liceos. Entre sus primeros egresados se destacaría Pedro Aguirre Cerda, que se tituló como profesor de Castellano y Filosofía en 1900, antes de seguir carrera como abogado y político para terminar como presidente de la república en 1938. Más adelante se destacaría Pablo Neruda, que entró a estudiar Pedagogía en Francés en 1921.
Hasta 1915, un 75% de los titulados eran alumnos de provincia. Otra cosa importante era la participación femenina: en 1911 entre los matriculados había 83 mujeres y 52 hombres, un hecho que demuestra la importancia del rol de la mujer en la educación.
MAÑANA: La época de gloria del Pedagógico y cómo lo recuerdan quienes por allí pasaron